Magia

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Cazador

martes, 25 de agosto de 2015

Capítulo 10: El principio del camino

- ¿¿¿COMO???- Mugrin le quitó el plano a Jocab y, con un resoplar de ira y las venas del cuello a punto de reventar a causa del enfado, empezó a andar de vuelta hacia el Maestratum - ¡Ese malnacido se convertirá en un pajarraco muerto cuando le ponga las manos encima!.

- Tranquilo Mugrin- dijo Jocab cortándole el paso - No vamos a conseguir nada provocando una pelea, y recuerda que la aldea de Lest pende de un hilo, no estropees nuestra primera misión provocando una batalla campal en medio de los almacenes.

- Pero... pero... No puedes dejar que te trate... ¡que nos trate así!- replicó Mugrin tartamudeando a causa de la furia, con una mirada suplicante en los ojos, pidiéndole a Jocab con la mirada la oportunidad de golpear algunas cabezas.

- No es lo peor que nos han hecho, ya lo sabes, y aunque parezca poco, no estaba obligado a darnos las pocas provisiones que nos ha conseguido. Ve a tu casa y coge lo que creas que podemos necesitar, yo recogeré el cayado y los péndulos de mi litera del Maestratum, junto con un par de cosas mas que tengo. ¡Y cuidado con el plano!, Aunque sea una copia sigue siendo propiedad del Maestratum y nos puede caer una buena si lo rompes de buenas a primeras.

Mientras Jocab soltaba ese pequeño discurso, el enfado de Mugrin fue desvaneciéndose como la niebla matutina en la bahía de la ciudad. Los minotauros siempre han sido muy impetuosos, pero eso no quita que Mugrin, después de una explicación bien razonada, no pudiera controlarse. Después de todo, era un hijo del rey Minos y fue enviado al reino de los Tzamish como embajador para evitar una guerra y, si no pudiese controlar su genio, no hubiese durado ni tres minutos en el mundo de la política.

- Lest, acompaña a Mugrin a su casa y ayúdale a prepararse - se dirigió Jocab al niño humano, que estaba con una expresión de terror después de ver la explosión de enfado del titánico minotauro. - eres nuestro guía y tu más que nadie sabrás que necesitaremos para el camino. Nos veremos en la Plaza del Agua dentro de una hora.

Una hora más tarde, Jocab se encontraba en la Plaza del Agua, llenando unos pocos odres que había conseguido en el Maestratum, desechados por las otras Partidas. No eran grandes... vamos, por no ser no eran ni simétricos, pero a falta de pan buenas son tortas, y por lo menos eran funcionales. Una suave y fresca brisa hizo que los pelos de su espalda se erizaran con un escalofrío. La hora antes del amanecer era el momento más frío de la noche y recordó a Jocab que los meses de calor estaban terminando, y que pronto las lluvias estacionales harían traicioneros los caminos. Las precipitaciones, que en esa zona de los reinos eran bastante torrenciales haría que los carros encallaran en las embarradas sendas y el Camino del Osario, que no estaba pavimentado en su mayor parte, se convertiría en un río inmóvil de fango y lodo. Al mirar el cielo estrellado, sin una sola nube, no se podía ni imaginar que en menos de un mes el cielo podría estar tan lleno de nubes de tormenta que sería imposible divisar la luna durante días. A lo mejor había sido un golpe de suerte el no poder conseguir el carro y marchar solo con lo justo y necesario. Mientras cavilaba, escuchó, mas que vio como sus dos acompañantes se acercaban a la espalda. Las pisadas de Mugrin eran tan silenciosas como podrían ser con unos zapatos de suela reforzada para soportar el enorme peso del minotauro, resonando en el pavimentado suelo de la plaza. Cuando estuvieron frente a frente Jocab vio que no solo Mugrin traía un petate, sino que Lest también llevaba una pequeña bolsa de tela a sus espaldas, seguramente improvisada con unas sabanas. Mugrin se veía mucho mas calmado, solo un ceño fruncido quedaba del estallido de furia de una hora atrás. Se miraron a los ojos y, asintiendo, enfilaron el camino en un silencio tenso por la expectación. Mientras cruzaban las puertas de la ciudad en dirección sur aparecieron los primeros rayos del sol por el este. Sobraban las palabras. Se dirigían a un peligro incierto en un lugar indefinido sin ayuda de la institución; solo podían contar con sus habilidades y conocimientos. Era lo que Jocab llevaba esperando durante tantos años. Con una mirada resuelta, enfilaron el Camino del Osario hacia lo desconocido.

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